domingo, 2 de julio de 2017

La carabina

La recuerdo con el pelo largo,lacio y rubio trigueño.Ese pelo que yo primorosamente peinaba hasta que relucía bajo los rayos del astro rey.
Eran los hermosos veranos de la década de los setenta,en los que mi tía venía de vacaciones,importando una moda de pantalones acampanados,altas plataformas y camisas floreadas,reminiscencia de la década anterior,dominada por el movimiento hippie.
Era la España ansiosa por llenarse los pulmones de aires de libertad,dónde el Nodo se hacía eco de la cultura del teleclub,que eran recintos dónde lo mismo se discutía la "orden del día"que se celebraba un guateque o se convertía en biblioteca improvisada.
En mi retina quedó fijada aquella copia inquietante del cuadro de Goya,"Dos Viejos tomando sopa".Me parecía turbadora y fascinante al mismo tiempo,aunque no me encajaba entre aquellos vinilos de Fórmula V con su "Fiesta de Blas",Los Bravos,Nino Bravo y canciones como "Por el amor de una mujer","Para que no me olvides" o"Échame a mí la culpa",canciones que invitaban a una juventud párvula a enamorarse y a sonreirle a la vida.
Chicas tímidas que no salían sin su carabina,ojos extensivos de madres guardianas de la virtud de hijas de una España profunda y aún pacata.
Fue así fue como mi tía, me convirtió en su carabina particular.
Encajé en ese ambiente desde el primer momento a pesar de mi corta edad,al punto que cuando me tocó ser protagonista de mi propia generación,los años ochenta,no podía dejar de comparar y de sentirme un poco extraña en aquellos años raros y extravagantes.
Guardo en mi memoria aquellas tardes soleadas con chicos de una generación que no me pertenecía,pero con la que empatizaba en sus  esperanzas,ilusiones y con las mismas canciones que hoy todavía perviven en mi recuerdo y que siguen emocionándome.
Era inmensamente feliz con aquella juventud que me llenaba los bolsillos de chicles,que tenían que ser Cheiw,como rezaba el marketing de la época.
Me enseñaron a hacer bolas enormes, me sacaban a bailar,creando en mí la ilusión de que ya era mayor y que era una de las suyas.
Me sentí alcanzada por el brillo que destellaba mi tía,que era directamente proporcional a los Cheiw que aterrizaban en mi boca con aquella explosión de azúcar y sabor.Dos bolas y un nuevo Cheiw.
Ví,besos inocentes,furtivos y chicas marchándose medio enfadadas y azoradas por aquellos robos clandestinos.
Recuerdo con un cariño especial a Miguel Ángel que cortejaba a mí tía.
Me parecía un Adonis,alto,moreno,pelo semi-largo,con aquella camisa blanca que enmarcaba a la perfección aquel torso moreno y perfecto rematado con una cadena de oro y su crucifijo.
Supe que estaba enamorado de mi tía por las atenciones que me dispensaba.
En una época dónde los impulsos sentimentales se reprimían,todo aquel caudal de emociones venía a repercutir directamente en mi persona.Me abrazaban,se reían y me besaban los dos,que era una forma,quizás la única,de abrazarse y besarse ellos en aquella España nueva  que pugnaba por nacer.
¡Cómo no iba a ser feliz!,si me llevé el amor que aquella sociedad hipócrita le negaba a ellos.
Aquel romance con vistas,terminó de forma trágica en una curva maldita.
Mi tía,nunca superó aquella tragedia.También fue un duro golpe para mí,el primero que me enseñó que nada es seguro y que el imprevisto podía hacer acto de presencia en cualquier momento y en cualquier fiesta,aún sin ser invitado.
La era Cheiw había tocado a su fin pero estaba a punto de entrar una nueva;la era Haribo.
La vida continuaba y mi tía seguía siendo joven y guapa,por eso que un verano de esa misma década,no me sorprendió ver a un Fritz siguiendo su estela.
Y allí estaba yo otra vez recibiendo retazos de un amor que nuevamente no me correspondía.Paseos en un coche con el que el españolito medio sólo podía soñar y ositos Haribo de mil colores vinieron a sustituir a los Cheiw.
Se deshacían en mi boca y viajaban a los receptores de placer de mi cerebro con la misma velocidad pasmosa,y aunque me imponía el reto de no morderlos,saboreando el gozo de sentirlos desintegrarse en mis papilas gustativas me resultaba misión imposible,ante tal avalancha de Haribos de mil colores.
Supe nuevamente lo mucho que mi tía le importaba al alemán,cuando borracha de Haribos y jugueteando con la puerta del coche,ésta me atrapó los dedos.
Mis gritos de dolor debieron ser espantosos a juzgar por la palidez del rostro del teutón.Me impactó tanto su tez cetrina  que dejé de llorar en el acto,no por ausencia de dolor propio sino por respeto a su dolor,pues percibí que debía ser infinitamente mayor que el mío.
Noté sin embargo una pequeña diferencia con Miguel Ángel,mi tía no sonreía,ni me abrazaba en su presencia.Más bien parecía molestarle la deferencia que el alemán me mostraba.
Y así llegamos al verano en que mi tía nos vino hablando de una amiga que había conocido.Habían congeniado muy bien y se habían ido a vivir juntas para ahorrar gastos,-decía-.
Aquella amiga,vino para quedarse y nadie osaba poner palabras a las sospechas del pensamiento.
Yo había crecido y aquel mágico mundo se esfumaba para dar paso a otro,dónde yo iba a ser la protagonista.
Fue mucho tiempo después cuando me percaté de que aquella hermosa melena trigueña había desaparecido para dar paso a un amarillo canario y un corte a lo chico.
Desviaron magistralmente nuestra atención y se las tenía por amigas del alma como ellas mismas se definían.Además nos tenían despistados a todos porque eran cristianas pías y devotas,aunque no de misa diaria,sí de misa de los Domingos.
En lo que a mí respecta,mi amor por ella era incondicional.Había invertido tanto amor en mí desde que tenía uso de razón,que dejar de quererla por su condición,no era una opción.
Un día cualquiera,de esos que no pueden fijarse en el calendario,mi tía ya en la cincuentena empezó a tener ligeros olvidos,a llorar por cualquier cosa,a olvidarse de comer,de pagar facturas.
El tiempo había dejado de existir y de ser punto de referencia.
Su amiga,espantada,por amor y miedo a que las separaran empezó a imitarla.No obstante el diagnóstico no dejaba lugar a dudas.Tampoco importó mucho.
El Alzheimer había tomado el control de sus vidas y una realidad profunda y ya sin filtros emergió de las profundidades del alma tan recóndita y escondida.
Se erizaba la piel ver como sin ningún tipo de pudor se besaban y paseaban agarradas de la mano,ausentes del mundo.Con un orgullo hasta entonces desconocido.
Impactaba ver como la enfermedad derribó espesos muros,dejando al descubierto secretos hasta entonces celosamente guardados.
El que quiso ver,vió,mientras que al que no quiso entender,sus propios filtros,aún firmes y sin grietas,les desviaron a esa zona de confort,dónde las verdades incómodas no tenían tarjeta de invitación.

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